martes, 24 de abril de 2012

LOS CUATRO ANILLOS DE LA REVELACION


(…) Ve a llamar a un sacerdote, Talbo –dijo ella-. Quiero recibir el bautismo.
Talbo vaciló un momento; sólo los guerreros escogían la manera de morir. Pero la mujer que tenía enfrente había dado su vida por amor, quizá para ella el amor fuese una forma desconocida de guerra.
Se levantó y descendió las escaleras de la muralla. Loni intentó concentrarse en la música que venía de allí abajo, que hacía la muerte más fácil. Mientras tanto, las Voces no paraban de hablar.
“Toda mujer, en su vida, puede usar los Cuatro Anillos de la Revelación. Tú usaste uno solo, y era el anillo equivocado”, dijeron las Voces.
Loni miró sus dedos. Estaban heridos, las uñas sucias. No había ningún anillo.
Las voces se rieron.
“Tú sabes de lo que estamos hablando –dijeron-. La virgen, la santa, la mártir, la bruja.”
Loni sabía en su corazón lo que las Voces decían. Pero no se acordaba. Había sabido esto hacía mucho tiempo, en una época en que las personas se vestían diferente y miraban al mundo de otra manera. En aquel tiempo ella poseía otro nombre y hablaba otra lengua.
“Son éstas las cuatro maneras en que la mujer comulga con el Universo – las Voces dijeron, como si fuese importante para ella recordar cosas antiguas-. La virgen posee el poder del hombre y de la mujer. Está condenada a la soledad, pero la Soledad revela sus secretos. Éste es el precio de la virgen: no necesita de nadie, consumirse en su amor por todos, y a través de la Soledad descubrir la sabiduría del mundo.”
Loni continuaba mirando al campamento, allí abajo. Sí, lo sabía.
“Y la Mártir-continuaron las Voces-, la Mártir posee el poder de aquellos a quienes el dolor y el sufrimiento no pueden causar daño. Se entrega, sufre, y a través del Sacrificio descubre la sabiduría del mundo.”
Loni volvió a mirar sus manos. Allí, con brillo invisible, el anillo de la Mártir circundaba uno de sus dedos. “Podías haber escogido la revelación de la Santa, aun cuando no fuera éste su anillo – dijeron las Voces-. La Santa posee el coraje de aquellas para quienes Dar es la única manera de recibir. Son un pozo sin fondo, donde las personas beben sin parar. Y, si falta agua en el pozo, la Santa entrega su sangre, para que las personas no cesen jamás de beber. A través de la Entrega, La Santa descubre la Sabiduría del mundo.”
Las Voces callaron. Loni escuchó los pasos de Talbo subiendo la escalera de piedra. Sabía cuál era su anillo en esta vida, porque era el mismo que había usado en sus vidas pasadas: cuando tenía otros nombres y hablaba lenguas diferentes. En su anillo, la Sabiduría del Mundo era descubierta a través del placer.
Pero no quería acordarse de esto. El anillo de la Mártir brillaba, invisible, en su dedo. (…)


Brida. Paolo Coelho. 1990